La paradoja en Puyehue
Es bien sabido que en el sur argentino y chileno, existen poblados originarios americanos que aun conservan una fuerte cultura chamánica.
Esta cultura se diferencia, de las religiones monoteístas (cristianismo, judaismo, islam) por su conexión con la naturaleza. En vez de adorar dioses del firmamento, completamente ajenos al mundo, ellos creen en lo cotidiano. Adoran la belleza de la naturaleza, escuchan la música del río cuando cae en una cascada, agradecen a la madre tierra los frutos de sus cosechas, y en resumen, viven conectados de otra manera a la realidad.
Sabiendo esto, y viendo las fabulosas imágenes del volcán Puyehue, decidí viajar a Chile, a la zona del Lago Puyehue porque algo me sonaba raro.
El viaje tomó una eternidad, dado que tuve que hacer todo el cruce costa a costa en auto -todos los vuelos están cancelados por las cenizas- y para colmo de males, en la zona de Neuquén, tuve la desdicha de atropellar a un pequeño chupacabras, que me reventó el radiador y debí seguir a pie.
Caminé y caminé hasta que de repente me encuentro con una escena similar a la vista en las fotografías. Pero en vivo es una experiencia profundamente sobrecogedora.
Esta cultura se diferencia, de las religiones monoteístas (cristianismo, judaismo, islam) por su conexión con la naturaleza. En vez de adorar dioses del firmamento, completamente ajenos al mundo, ellos creen en lo cotidiano. Adoran la belleza de la naturaleza, escuchan la música del río cuando cae en una cascada, agradecen a la madre tierra los frutos de sus cosechas, y en resumen, viven conectados de otra manera a la realidad.
Sabiendo esto, y viendo las fabulosas imágenes del volcán Puyehue, decidí viajar a Chile, a la zona del Lago Puyehue porque algo me sonaba raro.
El viaje tomó una eternidad, dado que tuve que hacer todo el cruce costa a costa en auto -todos los vuelos están cancelados por las cenizas- y para colmo de males, en la zona de Neuquén, tuve la desdicha de atropellar a un pequeño chupacabras, que me reventó el radiador y debí seguir a pie.
Caminé y caminé hasta que de repente me encuentro con una escena similar a la vista en las fotografías. Pero en vivo es una experiencia profundamente sobrecogedora.
Fue tan impresionante la experiencia, que no recuerdo como hice para llegar al otro lado de la cordillera. Ya en suelo chileno, me puse a buscar el lago y conocer un poco más sobre el lugar, y preguntando por aquí y por allí, dí con una persona muy peculiar. Una anciana chilote (nativa del archipiélago Chiloé) quien me advirtió que si mi búsqueda era para saber más sobre los acontecimientos en el volcán, mejor sería que pegue la vuelta y regrese a casa.
Claro que no le presté mucha atención al principio dado que era, a las claras, una vieja loca. Pero por alguna extraña razón no me podía sacar su cara y sus palabras que me martillaban la cabeza.
Chequeando el mapa, decidí pasar la noche en las Termas de Aguas Calientes, y relajarme luego del desafortunado viaje.
Pasé una noche de morondanga. Hacía un frío ridículo, y cada vez que cerraba los ojos escuchaba las palabras de la vieja advirtiéndome que me fuera.
Por suerte, una vez leí en un libro de una bruja con la cual salí un tiempo, un conjuro para que me dejen de molestar, que consiste en poner en un frasquito orín y sumergir en el, un papel con el nombre de la persona que quiero que me deje en paz. Luego debo poner el frasquito en la heladera y listo.
No sé bien como, pero por algún motivo sabía el nombre de esta mujer a pesar de se complicadísimo y de no recordar si se lo había preguntado. Se llamaba Llangküipang (más adelante me enteraría de su significado: dama alejada del ruido del mundo). Escribí ese nombre y lo sumergí en el pis, que a continuación puse en el frigobar de la habitación (a veces me pregunto como llego a hacer todas estas estupideces).
Finalmente me dormí, y pude incorporar las voces al sueño, ya que no desaparecieron.
A la mañana siguiente mientras desayunaba, me acordé del pis y fui a sacarlo de la heladerita. Para mi sorpresa, el vaso desbordaba de un líquido negro burbujeante, y el interior de la heladera estaba hecho un asco. Elaboré toda clase de explicaciones de lógica racional, pero terminé descartándolas cuando recordé donde estaba y porqué estaba allí.
Entonces me preparé una vianda, me puse un calzado cómodo, me calcé la campera y salí a buscar a la vieja, porque ahí iba a encontrar más respuestas a mi búsqueda. Estuve todo el día de aquí para allá, preguntando en los negocios, en los bares, a los hippies que vendían sus artesanías, y nadie supo indicarme nada.
Decidí luego estudiar todo lo que pudiera sobre el Puyehue. Descubrí que la palabra viene de un pez de la zona llamado puyén, o puye en Chile. Puyehue es el lugar de los peces. Leí muchas cosas más, como que en la zona jamás hubo mucha población, y otras tantas las cuales no me llamaron tanto la atención.
Continuará...
Claro que no le presté mucha atención al principio dado que era, a las claras, una vieja loca. Pero por alguna extraña razón no me podía sacar su cara y sus palabras que me martillaban la cabeza.
Chequeando el mapa, decidí pasar la noche en las Termas de Aguas Calientes, y relajarme luego del desafortunado viaje.
Pasé una noche de morondanga. Hacía un frío ridículo, y cada vez que cerraba los ojos escuchaba las palabras de la vieja advirtiéndome que me fuera.
Por suerte, una vez leí en un libro de una bruja con la cual salí un tiempo, un conjuro para que me dejen de molestar, que consiste en poner en un frasquito orín y sumergir en el, un papel con el nombre de la persona que quiero que me deje en paz. Luego debo poner el frasquito en la heladera y listo.
No sé bien como, pero por algún motivo sabía el nombre de esta mujer a pesar de se complicadísimo y de no recordar si se lo había preguntado. Se llamaba Llangküipang (más adelante me enteraría de su significado: dama alejada del ruido del mundo). Escribí ese nombre y lo sumergí en el pis, que a continuación puse en el frigobar de la habitación (a veces me pregunto como llego a hacer todas estas estupideces).
Finalmente me dormí, y pude incorporar las voces al sueño, ya que no desaparecieron.
A la mañana siguiente mientras desayunaba, me acordé del pis y fui a sacarlo de la heladerita. Para mi sorpresa, el vaso desbordaba de un líquido negro burbujeante, y el interior de la heladera estaba hecho un asco. Elaboré toda clase de explicaciones de lógica racional, pero terminé descartándolas cuando recordé donde estaba y porqué estaba allí.
Entonces me preparé una vianda, me puse un calzado cómodo, me calcé la campera y salí a buscar a la vieja, porque ahí iba a encontrar más respuestas a mi búsqueda. Estuve todo el día de aquí para allá, preguntando en los negocios, en los bares, a los hippies que vendían sus artesanías, y nadie supo indicarme nada.
Decidí luego estudiar todo lo que pudiera sobre el Puyehue. Descubrí que la palabra viene de un pez de la zona llamado puyén, o puye en Chile. Puyehue es el lugar de los peces. Leí muchas cosas más, como que en la zona jamás hubo mucha población, y otras tantas las cuales no me llamaron tanto la atención.
Continuará...